vas y apareces.
Ya os conocíais. Aunque la constancia de vuestras apariciones era porque no decirlo, prácticamente nula.
De vez en cuando os chocabais en alguna esquina, dónde con prisas y despistados,
os saludabais de manera poco ortodoxa.
Nunca lo reconociste, igual que él, hasta que al final, el tiempo, la vida y el destino,
hicieron que dierais vuestros torpes brazos a torcer. Y resultó. Pros y contras. Defectos
y virtudes. Lágrimas y sonrisas. Vida y alegría.
Os dabais todo. Pero ya estabas pensando en que las cosas buenas no podían durar,
o si lo hacían es que siempre había algo detrás con un aspecto turbio y maloliente.
Las cosas ya venían por detrás, ya lo pasaste mal ¿porque seguir metiéndote el dedo
en el ojo hasta sacarlo?
Pero estabas aquí, rodeada de lo mejor, con él y contigo. Vivías agusto. El mayor de los problemas era que trabajaba en fin de semana.
Cero dudas. Él había dejado de hablar de mujeres, y sabías lo que eso significaba. Era
como si tu hubieras dejado de hablar de zapatos.
Me encantan las dos últimas frases, le dan ese toquecito tan especial a la historia.
ResponderEliminar"Él había dejado de hablar de mujeres, y sabías lo que eso significaba. Era
como si tu hubieras dejado de hablar de zapatos."
Y es que a veces la vida se empeña en que seamos felices, y ya que estamos...¿por qué no hacerle caso?
Besitos cereza! =)
Parece que es mi día de suerte.
ResponderEliminarOtro blog impresionante y definitivamente irrepetible.
Besos.
EDUARDO
Es curioso como cambia la vida en dos días...hoy me escondo y mañana ya no hablo ni de zapatos ;)
ResponderEliminarBesos acurrucados